Mi recorrido académico se desarrolla en la Universidad de la República (Udelar), donde continúo formándome a través de cursos de actualización y programas de formación permanente. A su vez, participo activamente en grupos de estudio y colectivos vinculados al psicoanálisis, la filosofía y la perspectiva de género, espacios que nutren y amplían mi práctica profesional.

La terapia es un espacio donde se puede pensar, sentir y poner en palabras lo que atraviesa a cada persona, explorando tanto lo que se dice como lo que permanece implícito o se resiste a ser dicho. Trabajo desde un enfoque psicoanalítico, lo que implica acompañar los procesos tal como se presentan, incluyendo lo inesperado, los afectos y las resistencias. No se trata de encontrar soluciones rápidas ni de juzgar lo que está bien o mal, sino de acompañar la narrativa singular de cada sujeto, sus deseos, interrogantes, silencios y derivas, y el movimiento que surge en cada historia.

Mi vínculo con la terapia ha sido, y sigue siendo, un espacio donde puedo poner en juego mis propias experiencias. Donde animarme a tomar otra posición abrió caminos distintos, generando cambios y nuevos sentidos.

Ha sido también el modo de acercarme al “deseo de”, ese impulso vital que invita a moverse, a crear, a seguir.

La terapia, para mí, es un lugar donde se piensa y se siente; donde a veces no entender, insistir o resistir frente a lo doloroso también tiene sentido.

Un espacio sin juicios, donde no se trata de lo que está bien o mal, sino de poder descubrir qué es bueno o necesario para cada quien.

“Donde la palabra se despliega”

Mis intereses transitan entre el arte y la vida: la literatura, la pintura, la música, el teatro y la danza como modos de pensar, sentir y crear. Me conmueven las cuestiones políticas que atraviesan al sujeto, sus procesos subjetivos, los afectos y los efectos que emergen en el encuentro con los otros.