Como persona, soy alguien excepcionalmente amable y compasiva. De naturaleza empática y con disposición a escuchar a los demás. Me preocupo genuinamente por el bienestar de los demás y siempre estoy dispuesta a brindar apoyo y aliento a quienes me rodean.

Lo que destaca más en mí, es mi actitud libre de prejuicios. No juzgo a los demás por su apariencia, orientación o creencias, lo que demuestra que soy mente abierta y tolerante. Esta cualidad me permite ver la belleza y el valor en la diversidad humana, fomentando un ambiente inclusivo y acogedor para todos.

Como especialista en el enfoque cognitivo conductual, me siento comprometida con ayudar a mis clientes a comprender la interacción entre sus pensamientos, emociones y comportamientos para que puedan lograr cambios positivos en sus vidas. Creo firmemente en la importancia de identificar y cuestionar patrones de pensamiento negativos o distorsionados que puedan estar contribuyendo a sus dificultades emocionales.

Como psicóloga, siempre he estado en el lado de la silla del terapeuta, brindando apoyo y orientación a mis pacientes. Sin embargo, mi experiencia al ser la paciente en terapia de enfoque familiar sistémico fue un viaje profundamente revelador y transformador.

Una de las primeras cosas que noté fue cómo esta terapia me ayudó a adquirir una mayor autoconciencia. Al mirar mis propias relaciones familiares desde una perspectiva sistémica, pude entender mejor cómo las dinámicas del pasado habían influido en mi vida presente. Esto me permitió identificar patrones de comportamiento y creencias arraigadas que antes me eran difíciles de reconocer.

Ser la paciente en esta forma de terapia también me permitió sanar heridas emocionales profundas y experimentar un crecimiento personal significativo. A través de la exploración de mi historia familiar, pude abordar temas que habían estado afectando mi bienestar emocional durante años. Esto me llevó a una mayor sensación de autocuidado y resiliencia.

Esta experiencia no solo me benefició a nivel personal, sino que también tuvo un impacto positivo en mi práctica como psicóloga. Al ser la paciente, gané una mayor empatía hacia el proceso terapéutico y una comprensión más profunda de lo que significa estar en el lado receptivo de la terapia. Esto ha mejorado mi capacidad para relacionarme con mis propios pacientes y brindarles un apoyo más comprensivo y efectivo.