¿Sientes que estás corriendo la carrera de otros? Este artículo utiliza una inspiradora viñeta para explorar la diferencia crucial entre las metas impuestas y las que realmente te pertenecen.
La viñeta es elocuente: mientras una figura se apresura hacia una meta claramente señalada, otra, con una sonrisa serena, saluda y se desvía, afirmando con convicción: "No, la mía". Esta simple imagen encapsula una de las verdades más liberadoras y, a la vez, más desafiantes de la existencia humana: la autenticidad de elegir nuestro propio camino, especialmente en un mundo que constantemente nos dicta cuál debería ser "la meta".
En la vida, estamos inmersos en un sinfín de expectativas: familiares, sociales, culturales y profesionales. Se nos educa bajo la premisa de ciertos "éxitos" preestablecidos: una carrera específica, una pareja, una casa, un estatus social. Correr hacia estas metas puede generar una profunda desconexión con nuestro ser interno si estas no resuenan con nuestros verdaderos valores y aspiraciones. La insatisfacción, la ansiedad y el vacío a menudo son los compañeros silenciosos de una vida vivida según el guion de otros.
La Migración: Una Redefinición Radical de la Meta
Esta tensión entre la "meta colectiva" y la "meta individual" se agudiza de forma exponencial en el contexto de la migración. El acto de migrar es, en sí mismo, una ruptura con lo preestablecido. Implica dejar atrás una "meta" conocida (la estabilidad en el país de origen, las redes de apoyo tradicionales, la identidad cultural consolidada) para aventurarse hacia lo desconocido.
Para un migrante, la frase "La meta es por acá" se escucha desde múltiples direcciones y, a menudo, con voces contradictorias:
En este crisol de voces, la pregunta clave es: ¿dónde queda la "meta propia" del migrante? A menudo, la meta inicial al migrar es la supervivencia, la estabilidad económica o la búsqueda de seguridad. Pero una vez que estas necesidades básicas comienzan a cubrirse, emerge la necesidad imperiosa de redefinir el propósito, de encontrar un sentido más profundo al desarraigo.
El Desafío de la Autenticidad en Tierra Nueva
La migración es un potente catalizador de la individualidad. Fuerza a la persona a despojarse de identidades y roles que estaban anclados en su contexto original. De repente, el título profesional puede no ser reconocido, las costumbres familiares pierden su lugar central, y el sentido de pertenencia se desvanece. En este vacío, surge la oportunidad (y la necesidad) de reconstruir la identidad desde cero, de conectar con lo que realmente importa más allá de las expectativas externas.
Este proceso puede ser doloroso y confuso. Implica:
La figura que sonríe y dice "No la mía" en la viñeta es un faro de esperanza para el migrante. Representa la resiliencia de quienes, a pesar de las presiones, los consejos bienintencionados o las exigencias impuestas, se atreven a escuchar su voz interior. Es el individuo que, en medio de la vorágine de la adaptación, se permite preguntar: "¿Qué quiero yo para mi vida aquí? ¿Qué significa el éxito para mí en este nuevo capítulo?".
Priorizar la "Meta Propia" como Acto de Bienestar
Como psicóloga, veo en consultorio la vital importancia de ayudar a las personas (y especialmente a los migrantes) a reconectar con esa "meta propia". No se trata de egoísmo, sino de un acto fundamental de salud mental y autocuidado. Cuando la meta de vida está alineada con nuestros valores y nuestro auténtico deseo, la motivación es intrínseca, la resiliencia es mayor y el sentido de bienestar es profundo.
Priorizar nuestra propia meta significa:
La migración, con todas sus complejidades, ofrece una oportunidad única para la introspección y la redefinición. Es un laboratorio de vida donde la individualidad se forja y se afirma con una fuerza particular. Que la imagen nos inspire a todos, migrantes o no, a escuchar nuestra propia brújula interna y a sonreír mientras decimos con convicción: "La meta es por acá... pero no, la mía".