El tabu de la virginidad masculina

Autor: Manuel Sánchez , 05/05/2025 (603 vista)
Psicología del adolescente, Soledad, Sexualidad, Relaciones padres-hijos, Violencia sexual, Vergüenza y culpa
El tabu de la virginidad masculina

Plantea abordar las problemáticas de la iniciación sexual en la masculinidad y sus actuales consecuencias radicales

Para aproximarnos a la problemática de porque los jóvenes varones tienen menos relaciones sexuales, ingresan más tardíamente en encuentros amorosos con otros y con mayores complicaciones subjetivas en su desarrollo. Me interesa comentar uno de los textos que Freud dedica al tema de la primera relación sexual: El tabú de la virginidad. En dónde el creador del psicoanálisis plantea que uno de los detalles más extraños en la vida sexual de las comunidades originarias, principalmente de Australia, es su posición frente a la virginidad. Trabaja en relación a testimonios de antropólogos que han convivido con dichas comunidades, para señalar que, en los ritos de iniciación sexual, es tarea de otra persona y no del futuro marido, el desfloramiento de la joven esposa. La hipótesis de Freud es que, por esta vía, se le ahorra al marido la carga que conlleva ser el responsable de semejante acto, es decir, la virginidad tiene un lugar especial: de poder, riesgo o peligro. Motivo por el cual debe ser otro (un anciano, sacerdote o familiar) quien debe asumir la práctica de desgarramiento del himen. 

Es un texto lindo para pensar, es decir, hacerse preguntas que tal vez no podamos responder. ¿Existe en nuestros días una posición similar en relación a la virginidad en esta cultura occidental y globalizada? ¿Afecta de la misma forma? ¿Afecta a hombres y mujeres por igual? ¿Qué es efectivamente aquello sobre lo que recae el tabú? ¿Qué  asustaría tanto?

El texto de Freud avanza planteando diferentes hipótesis, que rechaza por ser insuficientes para explicar lo que desea, pero que van siendo integradas al desarrollo de sus ideas hasta llegar a su conclusión final. En primer lugar, Freud afirma que este tabú frente a la virginidad se podría explicar por el horror de los primitivos a la sangre, por considerarla asiento de la vida y como defensa frente a una originaria sed de la misma. Luego plantea, como segunda hipótesis, que estos pueblos serían presa de un “apronte angustiado” frente a lo que se escapa de lo habitual, se mostraría con mayor intensidad frente a lo no comprendido, que se percibe como ominoso. Por último, como tercera explicación, menciona que el tabú de la virginidad forma parte de “una vasta trama en la que se incluye la vida sexual entera” donde se erige como defensa frente al peligro que implica la mujer para el hombre: “El varón teme ser debilitado por la mujer, contagiarse de su feminidad y mostrarse luego incompetente”. Es interesante indagar en este fenómeno de contagio del hombre por parte de la mujer, la pregunta insiste: ¿Qué sería tan contagioso que la mujer posee que puede lograr la incompetencia del hombre? ¿Qué se intenta ahorrar al hombre al tomar medidas precautorias en el primer contacto sexual?

Finalmente, Freud hace un paralelismo entre las comunidades primitivas australianas y los descubrimientos que realiza el psicoanálisis en la cultura de su época, aborda la frigidez femenina, la colocación libidinal temprana en la mujer, la ecuación simbólica pene/niño, penis neid y complejo de castración, para dar cuenta de las vueltas y entreveros de la sexualidad femenina, hasta llegar al primer encuentro sexual y con ese recorrido a cuestas, arriba a su conclusión final: “La sexualidad inacabada de la mujer se descarga en el hombre que le hace conocer por primera vez el acto sexual”. De este modo el tabú de la virginidad tendría sobrado sentido y resultaría necesario para evitar un fracaso del vínculo que se establece con el matrimonio. 

Para poder echar luz sobre este artículo, es necesario separar elementos que en su desarrollo se encuentran mezclados y usados como sinónimos, con el fin de tratar de entender a qué refieren y cómo funcionan en la pregunta por la virginidad masculina. Por un lado la dupla femenino/masculino, por otro el par hombre/mujer y finalmente tratar de entender qué es lo que “sexualidad inacabada” significa.

Empezando por el último de los conceptos mencionados, nos preguntamos sobre la conclusión que Freud expresa, principalmente que significa esta “sexualidad inacabada” que tendría la mujer. Entiendo que en ese concepto se resume el desarrollo libidinal presentado por el autor, el ingreso, evolución y sepultamiento del complejo de edipo, pasando por sus diferentes momentos, el amor al padre, penis neid, complejo de castración, los reclamos a la madre, etc. Todo este desarrollo haría que recaiga sobre el hombre con el que tenga intercambio sexual, una carga que podría ser peligrosa para el vínculo entre ambos. Aunque en términos estrictos, no es falso, es un poco misógino y no puede aplicarse a todos los casos. No es la línea que seguiremos a la hora de confrontarnos con el tabú de la virginidad. Planteamos en cambio, siguiendo también a Freud, que toda sexualidad es inacabada, en la medida que no hay y no puede haber representación total de ella, no habría una sexualidad acabada del lado del hombre tampoco, de la misma forma que no hay relación sexual. Cada uno de los integrantes de la pareja se dirige al encuentro con lo inacabado, que pudo armar y sostener de su propia sexualidad, frente a lo inacabado del otro, es decir, su fantasma, motivo por el cual los psicoanalistas hacen el chiste de que necesariamente en la cama siempre son 4, los dos integrantes del coito y sus fantasmas correspondientes.  

El segundo momento de este desarrollo, se centrará en distinguir a qué nos referimos cuando hablamos de hombre/mujer y en qué se diferencia de lo femenino/masculino. Los primeros términos mencionados, son categorías que apuntan a los roles de género, y que en estos tiempos, a diferencia de la Viena del 1900, han sido profundamente cuestionados, separados del cuerpo biológico, de sus antiguos atributos y responsabilidades. Un hombre no es alguien que porta un pene, ama a una mujer y provee a su familia lo necesario. Una mujer no es alguien que porta una vagina y se queda en casa cuidando a los hijos. Si no que son modos de tratar con la bisexualidad constitutiva que aparece todo el tiempo mencionada en la obra freudiana y con los modos y exigencias que impone una sociedad, en su momento histórico y su localización geográfica.  

Por otro lado, abordaremos lo femenino/masculino, desde las fórmulas de la sexuación que presenta Lacan en su seminario XX y que plantea que no tiene nada que ver con roles de género sino con una relación al lenguaje, sería una condición de estructura que se le impone a los cuerpos que hablan y que necesariamente son dos, los masculino como aquello que está en relación al falo como significante de la falta, que ordena la cadena simbólica con todos los efectos que ellos conlleva. Y en otro orden de cosas, lo femenino que tiene como condición hacer del goce una alteridad irreductible. No son un par, son dos elementos distintos, de diferentes sustancias y que disputan territorio en el lenguaje. Una metáfora para plantear esta alteridad radical se puede encontrar en el experimento mental de Flatland, donde el autor juega haciendo relacionarse a criaturas que poseen una, dos o tres dimensiones y poniendo el punto de mira en lo que se percibirá dependiendo del ser de la criatura. No es lo distinto, es lo impensable, lo que no se puede imaginar, pero dentro del propio cuerpo. Sin un marco que nos recubra, un traje especial para habitantes de otra dimensión sería imposible acercarse a eso.

La lectura que me interesa para responder las preguntas sobre el tabú de la virginidad, es que lo que genera tanto resquemor sería justamente enfrentarse a lo femenino que habita en uno mismo y que emerge en situaciones donde la lógica fálica no llega a cubrir, ordenar y simbolizar determinados actos, introduciendo justamente algo de ese “otro goce”, territorio oscuro o las diferentes formas en que lo femenino ha sido llamado. Por este motivo afirmó que el tabú de la virginidad no es femenino, es un tabú de protección masculino, que puede estar presente en hombres y mujeres. Y me pregunto si no era mediante los roles de género que uno sabía que lugar ocupar y que se espera que uno hiciera, sienta o piense, por afirmación o por negación, con mayor o menor incomodidad, pero que ofrecían un orden de cómo eran las cosas. Sin embargo, por las transformaciones que han sufrido los roles sociales de género, le cuesta más a determinados  hombres que no encuentran recursos para enfrentarse a ese otro campo, llamado “femenino”, a eso sin orden, y no regulado que asusta y que se representa un poco en el primer encuentro sexual. 

Es aquí donde emerge en nuestro tiempo la figura del “virgo”, históricamente siempre usado de forma despectiva pero que presenta una modificación en los tiempos actuales, es tomado como bandera para generar lazo entre virgos de acuerdo a sus intereses, y generar comunidades en las que se relacionan, interactúan y se protegen (de las mujeres). En los últimos años hemos sido testigos de su radicalización. En redes sociales y foros de internet ha surgido un nuevo fenómeno, un sujeto político que toma la virginidad como punto de anclaje, los llamados “incel” (celibe involuntario) que se unen a otros cómo él y en vez de poder sintomatizar algo de lo que les sucede como pregunta, encuentran respuestas en el odio a la mujer, y a las transformaciones sociales, generando una misoginia radical y asesina. Esta especie de identidad “virgen” se nutre de significantes que el capitalismo deja a la mano para construir un imaginario que no posibilita otra cosa más que la perpetuidad de su condición de virgen y de ubicarse en el lugar de desecho social, de excluido, de no amado. Motivos que justificarían, según su retorcida mirada, las posiciones violentas que defienden, atacando a mujeres de una forma cruel.

La dificultad de aproximarse a lo radicalmente distinto no es un fenómeno nuevo en sí, pero si lo es el estadio actual del capitalismo, los recursos sociales y culturales a la mano, las formas de relación que alejan el cuerpo y dificultan el encuentro, en diferentes estudios longitudinales se demuestra que las nuevas generaciones tiene menos relaciones sexuales que las anteriores, esto sin duda es un fenómeno complejo y multicausal, pero que sin duda también se enmarca en la cuestión de como abordar lo femenino para superar esa impotencia psiquica. Recorriendo las redes sociales, se percibe rápidamente que algo no está bien en relación a la construcción de la masculinidad. Influencers, gurúes, psicólogos, coaches, todos ofrecen recetas de como ser masculino, dan consejos y tips de seducción, decodifican que quiere una mujer, explican “cómo ser un hombre de alto valor”, tratan de alejar los fantasmas de estar perdido en un mundo que no se entiende. Sobrevuela una nostalgia de un mundo perdido, donde las condiciones estaban más claras, en este momento, la virginidad se vuelve una respuesta política, escondida a simple vista, de la que tenemos responder ya que, si no se ofrece otra cosa, se vuelve radical y misógino.

Para cerrar voy a tomar una cita de Freud extraída del mismo texto que no voy a comentar por considerarla suficientemente explícita: “Toda vez que hemos podido estudiar la servidumbre sexual en varones, era el resultado de la superación de una impotencia psíquica por obra de una mujer determinada a quien el hombre en cuestión permanecía ligado desde entonces. Muchos matrimonios llamativos y no pocos destinos trágicos- hasta de graves consecuencias- parecen hallar su esclarecimiento en ese origen.”

Bibliografía

Bassols, M. (2017). Lo femenino, entre centro y ausencia. Gramma

Freud, S. (1918). El tabú de la virginidad: contribuciones a la psicología del amor, 3. In Cinco conferencias sobre psicoanálisis: un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci y otras obras (1910). 

Lacan, J. (1985). El seminario. Libro 20. Aun (1972-1973). 

Manuel Sánchez estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires y psicología en la Universidad del Salvador. Trabajó en dispositivos públicos y privados en relación a la salud mental. Se forma en psicoanálisis en el Centro de Lectura, Debate y Transmisión. Pertenece al cartel Lituratierra: Psicoanálisis y literatura.

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