Entender la relación de la ansiedad y la depresión, descomponerlas en 9 desconexiones para entenderlas y sanar cada una de ellas.
¿Ansiedad y depresión, primas hermanas? Entenderlas para SANAR.
Paúl Ochoa Sarmiento
Psicólogo y Psicoterapeuta
Introducción
La ansiedad y la depresión no son simples etiquetas diagnósticas: son, como diría Johann Hari, señales de una desconexión profunda con aspectos fundamentales de nuestra vida. Tomando en cuenta que somos relaciones y están necesitan de conexiones, funcionamos como una red de apoyo, confianza y compromiso con otros. En el consultorio, en los espacios de terapia grupal y en la escucha cercana a quienes buscan ayuda, una y otra vez se presentan rostros distintos de un mismo sufrimiento. Este artículo nace de una pregunta que muchos se hacen: ¿son la ansiedad y la depresión primas hermanas? Cómo entenderlas para sanar? Desde mi experiencia clínica y una lectura crítica de Conexiones perdidas de Johann Hari (2020), exploraremos cómo estas condiciones no solo coexisten, sino que muchas veces se retroalimentan.
La ansiedad es ruidosa, invasiva, anticipatoria. Esta muchas veces grita como si algo tiene que decirnos, nos grita para escucharla y hacerle caso, nos sacude, nos deja sin aliento, nos atemoriza y hasta nos puede hacer que pensemos que nuestra vida terminó, es cuando este mensaje tiene que ser escuchado pues lo que no se expresa con palabras, nuestro cuerpo lo grita. La depresión en cambio es silenciosa, desgastante, retraída. Pero ambas tienen raíces comunes que la cultura dominante, centrada en explicaciones bioquímicas simplistas, ha ignorado por décadas. Hari (2020) plantea que no estamos simplemente rotos: estamos desconectados. Y ese es el punto de partida de esta reflexión, que también propone caminos para reconectar y sanar, tenemos que volver a conectarnos, con nosotros mismos, con nuestra pareja, con nuestra familia, con nuestra comunidad y hasta con la naturaleza.
La depresión: una segunda pandemia
La depresión: una segunda pandemia
La depresión ha dejado de ser un tema exclusivo de la psicología clínica para convertirse en un problema de salud pública a escala global. Desde el año 2021, los índices de depresión han crecido exponencialmente, afectando a personas de todas las edades, géneros y contextos. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021) la considera una de las principales causas de discapacidad en el mundo. Pero más allá de las cifras, es necesario entender qué hay detrás de esta epidemia emocional.
Johann Hari (2020) nos invita a replantear las causas tradicionales atribuidas a la depresión. Durante años se nos dijo que era producto de un desequilibrio químico en el cerebro, especialmente relacionado con los niveles de serotonina. Sin embargo, evidencia reciente indica que esta explicación es incompleta. Hari plantea que muchas depresiones surgen de formas de vivir desconectadas: desconectadas de un propósito, de relaciones significativas, de una comunidad, incluso de la naturaleza y de valores auténticos. Hay que entender que las relaciones nos vuelve completamente humanos, somos seres de realce+on y apego, somo personas de constante conexión.
Estas desconexiones no solo producen tristeza; producen una pérdida de sentido, una sensación de inutilidad, de estancamiento. En consulta, muchas veces escucho frases como: “Siento que nada tiene sentido”, “Estoy agotado sin haber hecho nada”, “No tengo ganas ni de moverme”. Son expresiones comunes de una depresión que se gesta lentamente, al punto que muchas personas no se dan cuenta de lo grave que es hasta que su cuerpo comienza a colapsar. Nuestro cuerpo emocional pasa a necesitar que exprese las emociones el cuerpo físico, el problema es que pensamos que los ataques de ansiedad van a pasar y sí pasan porque luego llega su prima hermana que es la depresión.
Las nueve desconexiones de Johann Hari
Las nueve desconexiones de Johann Hari
En su obra Conexiones perdidas, Johann Hari (2020) expone nueve causas profundas de la depresión y la ansiedad, que denomina "desconexiones". Estas no surgen de fallas internas del individuo, sino del modo en que está estructurada la sociedad contemporánea. Son heridas sociales, culturales, emocionales que se convierten en síntomas mentales.
1. Desconexión con un trabajo con sentido: muchas personas realizan trabajos que no reflejan su identidad, que no les permiten crecer o expresarse. La ausencia de propósito es una fuente potente de sufrimiento emocional, pregúntate qué harías de trabajo aunque no te paguen, porqué los domingos ya te sientes cansado, sólo pensando en que tienes que regresar el lunes al trabajo y cuando es martes esperas con ánsias que sea viernes, mueres un poco cada vez que tienes que ir al trabajo, realmente puedes crecer y el ambiente laboral aporta no sólo a un apoyo económico, sino que, sientes que eres feliz mientras lo realizas? Es obvio que ningún trabajo es neutro, algo debes sentir, pero sentirte, triste, infeliz y frustrado no es necesariamente que sea el lugar en el que quieres pasar 8 horas al día más de media vida, el trabajo debe ser digo y que te permita crecer como persona.
2. Desconexión con los demás: la soledad crónica, el aislamiento y la pérdida de vínculos profundos son factores que deterioran la salud mental. Somos seres relacionales y, sin conexión humana, nos marchitamos, no hay peor soledad que sentir que estas sólo a pesar de estar rodeado de personas, los vículos amorosos, las relaciones de amigos deben estar presente en tú vida, necesitas conectar y ser relacionado con personas reales frente a frente.
3. Desconexión con valores significativos: cuando la vida gira en torno al consumo, la apariencia o el éxito económico, se pierde el contacto con valores auténticos como la solidaridad, la compasión o el respeto, busca tu esencia de vida, ser tú mismo y hacer cosas que te apasionen, conéctate que tú niño interior, con tu ser de luz y sé tú.
4. Desconexión con la infancia y traumas no resueltos: muchas depresiones actuales tienen su origen en heridas tempranas no elaboradas, todos deberíamos sanar estas heridas primarias, 5 heridas que debemos desmontarlas y darles otro significado, mirar el pasado únicamente con ojos de gratitud o de perdón es la forma de mirar atrás, si lo haces de otra forma serás incapaz de soltar el pasado, recuerda que la niñez no es destino, tú eliges tu presente y le das significado a tú vida, somos lo que queremos ser aquí y ahora.
5. Desconexión con el estatus y el respeto: la falta de reconocimiento o dignidad en el trato social mina la autoestima y la motivación vital, trabajar tus fortalezas, tus logros, tus éxitos son importantes, saber y entender quién eres y tu gran capacidad te permite conectarte con tu verdadero ser, recuerda que tú eres el amor más grande y duradero de tu vida.
6. Desconexión con la naturaleza: el alejamiento de espacios naturales tiene efectos negativos en el bienestar psicológico, somos naturaleza la conexión con el medio ambiente es urgente, sentir el ciento, la lluvia, vincularte con los árboles y las plantas, venimos de la naturaleza y somos naturaleza, un buen plan es acampar con amigos, disfrutar de los paisaje y caminar, es lo simple y bello que tienes en esta vida.
7. Desconexión con un futuro esperanzador: el pesimismo, la incertidumbre y la sensación de impotencia ante el mañana generan ansiedad y desesperanza. Recuerda el pasado y el futuro no existen, lo único real es el presente, vive hoy y ahora no hay otra forma.
8. Desconexión con una comunidad: el debilitamiento de los lazos sociales y comunitarios impide procesos colectivos de apoyo y resiliencia. Inicia con tu familia, con tus amigos, con tus vecinos, son nuestra red de apoyo, recuerda somos relaciones más que individuos.
9. Desconexión con la capacidad de autonomía: cuando las personas sienten que no pueden tomar decisiones sobre su vida, se instala la desesperanza aprendida. Pero esto se puede superar, a veces sólo hay que hacerlo, tú eres autónomo para elegir y construir lo que tú quieras ser y hacer.
Hari no se queda en el diagnóstico. Propone recuperar estas conexiones perdidas como parte del tratamiento: crear redes de apoyo reales, reconectar con la naturaleza, replantear nuestras metas y recuperar el sentido de comunidad.
La ansiedad: el preludio ruidoso
La ansiedad: el preludio ruidoso
La ansiedad es una respuesta natural del organismo ante el peligro o la incertidumbre. Sin embargo, en el contexto actual, se ha convertido en un ruido de fondo constante. Se activa frente a escenarios imaginados del futuro, y en lugar de ser una señal útil, se vuelve paralizante.
A diferencia de la depresión, la ansiedad es escandalosa: acelera el corazón, dificulta la respiración, altera el sueño, y genera una sensación constante de amenaza. Mis pacientes suelen describirla como una opresión en el pecho, un nudo en la garganta, una energía incontrolable en el cuerpo.
Lo preocupante es que cuando la ansiedad se cronifica, se convierte en un caldo de cultivo para la depresión. Hari (2020) explica que ansiedad y depresión no son fenómenos separados, sino versiones de una misma canción tocadas por diferentes instrumentos. La ansiedad es la alarma, la anticipación de un peligro; la depresión, la resignación cuando sentimos que ese peligro se ha hecho inevitable.
En muchas personas, detrás de un cuadro prolongado de ansiedad se esconde una depresión silente. Por eso es común encontrar pacientes con ambos diagnósticos superpuestos. Entender este vínculo es clave para intervenir de manera integral.
Ansiedad y depresión: ¿primas hermanas?
Ansiedad y depresión: ¿primas hermanas?
Desde la clínica y la investigación, cada vez más expertos coinciden en que ansiedad y depresión no deben tratarse como entidades totalmente separadas. Como lo plantea Hari (2020), ambas comparten causas estructurales, sociales y emocionales similares. Robert Kohlenberg, profesor de psicología en Canadá, señala que “los datos indican que no son tan diferentes” y que en la práctica clínica los diagnósticos se superponen con mucha frecuencia.
La ansiedad puede ser el preludio de una depresión, especialmente cuando se prolonga en el tiempo y la persona siente que no puede controlar su futuro. La depresión, por otro lado, muchas veces se acompaña de estados de alerta constante, de pensamientos rumiantes, de insomnio y de temor. Ambas comparten el aislamiento, la desconexión, el sufrimiento invisible. Son, efectivamente, primas hermanas.
En palabras de mis pacientes: “La ansiedad me grita, la depresión me susurra que no valgo nada”. Esta metáfora resume con claridad la relación simbiótica entre ambas emociones. No se trata de cuadros estáticos, sino de procesos dinámicos que se alimentan mutuamente.
Lo que dicen los pacientes
Lo que dicen los pacientes
En el espacio terapéutico, el dolor emocional se expresa con imágenes que conmueven. Algunos pacientes hablan de una “pata de elefante en el pecho”, otros describen “un hueco que se va agrandando”. La depresión no siempre grita, pero se siente. Y muchas veces se vive como un abandono interno.
Lo más duro es que muchas personas con depresión no desean morir… pero tampoco desean seguir viviendo así. La idealización suicida no siempre se manifiesta en actos concretos, sino en pensamientos como “quiero desaparecer”, “quiero dormirme y no despertar”. Esta forma de sufrimiento requiere una escucha profunda, compasiva y libre de juicios.
También está el cansancio extremo, la pérdida del placer, la dificultad para disfrutar, la desconexión emocional. Y todo eso se incrementa cuando el entorno minimiza o descalifica lo que se siente: “No te quejes”, “todo está en tu cabeza”, “sal a caminar y ya”.
La ansiedad, por su parte, es descrita como un huracán interno, una lucha constante por controlar algo que se escapa. “Pienso en todo lo malo que podría pasar”, “mi cuerpo no me deja en paz”. El exceso de futuro que plantea la ansiedad, y el exceso de pasado que arrastra la depresión, dejan a la persona sin presente.
Evaluación clínica y herramientas diagnósticas
Evaluación clínica y herramientas diagnósticas
En el proceso de evaluación clínica, contar con herramientas confiables es fundamental para dimensionar el malestar y establecer un plan terapéutico adecuado. Las escalas más utilizadas en la práctica clínica son:
- PHQ-9 (Patient Health Questionnaire-9): instrumento de nueve ítems que evalúa la presencia y gravedad de síntomas depresivos en las últimas dos semanas. Ayuda a identificar tanto síntomas emocionales como físicos (apatía, cansancio, problemas de concentración, etc.).
- GAD-7 (Generalized Anxiety Disorder-7): escala de siete ítems que mide la intensidad de los síntomas ansiosos generalizados, como preocupación excesiva, nerviosismo, inquietud o dificultad para relajarse.
Ambos cuestionarios son breves, validados científicamente y pueden ser administrados tanto en contexto clínico como comunitario. Sin embargo, su uso debe ir acompañado de una entrevista clínica profunda y una mirada comprensiva del contexto del paciente.
En mi experiencia como terapeuta, también utilizo recursos gráficos como “la figura bajo la lluvia”, que permite representar visualmente el estado emocional del paciente y sus redes de apoyo. Estos recursos son útiles para explorar de forma simbólica los factores protectores y de riesgo, además de facilitar la expresión emocional.
El abordaje psicoterapéutico: reconectar para sanar
El abordaje psicoterapéutico: reconectar para sanar
Desde el enfoque sistémico y narrativo, la depresión y la ansiedad se entienden como expresiones del contexto relacional, más que como fallas individuales. No es la persona la que está "rota", sino sus vínculos, sus narrativas de sentido, sus espacios de apoyo.
En terapia, el objetivo no es solo reducir síntomas, sino ayudar a la persona a reconectar con lo que le da valor, fuerza, dirección. Por eso, el abordaje incluye preguntas como: ¿cuáles son tus valores?, ¿quiénes son tus pilares?, ¿qué voces escuchas en tu mente?, ¿a qué red perteneces?, ¿qué historia estás contando de ti?
El modelo narrativo permite externalizar el problema, trabajar con las metáforas que los propios pacientes usan (“la nube gris”, “el vacío”, “el elefante en el pecho”) y construir nuevas narrativas más esperanzadoras. A su vez, el enfoque sistémico nos permite explorar las relaciones familiares, laborales, comunitarias que alimentan o sostienen el malestar.
El trabajo terapéutico no es inmediato. Es un proceso de reconexión con la vida, que se hace paso a paso, respetando el ritmo y la historia de cada paciente.
Psiquiatría, nutrición y cuerpo: un enfoque integral
Psiquiatría, nutrición y cuerpo: un enfoque integral
Es fundamental comprender que muchas veces el tratamiento de la depresión y la ansiedad requiere un enfoque interdisciplinario. En los casos más severos, el trabajo conjunto con psiquiatría es imprescindible. No se trata de elegir entre psicoterapia o medicación, sino de reconocer cuándo ambas son necesarias y complementarias.
Además, el cuidado del cuerpo es parte esencial del bienestar mental. Estudios recientes señalan que el intestino es nuestro “segundo cerebro” y que una flora intestinal deteriorada puede influir en los estados emocionales. Por eso, en algunos casos, trabajar con nutricionistas y promover el equilibrio alimentario (incluyendo prácticas como el ayuno intermitente) puede ser útil.
Otro pilar clave es la actividad física. En mi experiencia profesional, no hay mejor “antidepresivo natural” que correr, levantar pesas o hacer ejercicio aeróbico. El movimiento genera dopamina, serotonina, endorfinas… hormonas que el cuerpo produce de forma natural y que mejoran notablemente el estado de ánimo.
También es necesario trabajar en la regulación progresiva del sueño, fomentando rutinas saludables hasta alcanzar las 7 u 8 horas diarias de descanso. El sueño reparador es parte fundamental de todo proceso terapéutico.
Recomendaciones finales para quienes viven con ansiedad o depresión
Recomendaciones finales para quienes viven con ansiedad o depresión
1. No te aísles. La soledad alimenta el dolor. Busca ayuda, habla con alguien, acude a terapia.
2. Hazte preguntas poderosas. ¿Qué sentido tiene mi vida?, ¿a qué estoy desconectado?, ¿qué necesito recuperar?
3. Cuida tu cuerpo. Alimentación, ejercicio y sueño son tus primeros aliados para sanar.
4. No tengas miedo de acudir al psiquiatra. En muchos casos, la medicación estabiliza y permite iniciar el proceso psicoterapéutico.
5. Permítete sentir. No hay emociones buenas o malas. Todas tienen algo que decir.
6. Explora tu historia. Lo que vives no comenzó hoy. Mereces comprender tu trayectoria con compasión.
7. No creas que estás solo. Millones de personas atraviesan procesos similares. Pedir ayuda es un acto de valentía.
Conclusión
La ansiedad y la depresión no son enemigos invisibles que debemos erradicar. Son señales, alertas, síntomas de una vida desconectada. Son, como propone Johann Hari, la expresión de una cultura que ha dejado de priorizar lo humano, lo comunitario, lo afectivo.
Como psicoterapeutas, nuestro rol no es simplemente aliviar el síntoma, sino acompañar el proceso de reconexión. Y como personas, todos tenemos una tarea: cuidar nuestras relaciones, nuestros valores, nuestro cuerpo, nuestra mente. EL cuidado es la herramienta fundamental para sanar, inicialmente con el autocuidado que ya es una forma importante de conectarse con uno mismo, desde arreglarse, ir al médico, dentista y psicólogo, hacer ejercicio, descansar y comer de forma adecuada es el primer paso para reconectarse.
Reconectarse es posible. Y en ese camino, no estamos solos. TE ACOMPAÑO SI LO DESEAS…
Referencias:
Hari, J. (2020). Conexiones perdidas: Causas reales y soluciones inesperadas para la depresión. Edición digital Titivillus.
Kroenke, K., Spitzer, R. L., & Williams, J. B. W. (2001). The PHQ‐9: Validity of a brief depression severity measure. Journal of General Internal Medicine, 16(9), 606–613. https://doi.org/10.1046/j.1525-1497.2001.016009606.x
Spitzer, R. L., Kroenke, K., Williams, J. B. W., & Löwe, B. (2006). A brief measure for assessing generalized anxiety disorder: The GAD-7. Archives of Internal Medicine, 166(10), 1092–1097. https://doi.org/10.1001/archinte.166.10.1092