“Sanar no es olvidar: el poder terapéutico de aceptar nuestras emociones”

Autor: CESAR EDUARDO ROMAN GANCHOZO , 05/11/2025 (70 vista)
Relaciones, Emociones y sentimientos, Depresión, Separaciones y pérdidas, Autoestima, Desarrollo personal
“Sanar no es olvidar: el poder terapéutico de aceptar nuestras emociones”

Una reflexión sobre cómo la psicoterapia y la aceptación emocional permiten transformar el dolor en crecimiento, desde un enfoque clínico y humano.

En la práctica clínica, es frecuente escuchar a los pacientes decir: “quiero dejar de sentir”, “quiero olvidar lo que pasó”, o “quiero volver a ser el de antes”. Estas frases reflejan un deseo legítimo de alivio, pero también una confusión profunda sobre lo que significa sanar. Sanar no es olvidar. Sanar es aprender a convivir con lo vivido, comprendiendo que las emociones, por más incómodas que sean, tienen un propósito dentro de nuestra historia emocional.

Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la psicoterapia no se enfoca en eliminar el malestar, sino en transformar nuestra relación con él. El sufrimiento humano no puede erradicarse por completo, pero sí puede ser comprendido y resignificado. Cuando la persona deja de luchar contra lo que siente y comienza a observar sus emociones con aceptación y compasión, ocurre algo poderoso: el dolor deja de dominar la vida y se convierte en una fuente de aprendizaje.

Aceptar el dolor no equivale a resignarse. Es reconocer que lo ocurrido forma parte de nuestra experiencia vital, pero no define quiénes somos. La sanación no se logra borrando recuerdos, sino integrando las experiencias difíciles con una nueva mirada. En este proceso, la psicoterapia actúa como un puente entre el sufrimiento y la reconstrucción personal, acompañando al individuo a encontrar sentido en medio del caos.

En consulta, he podido observar que los momentos más significativos del cambio surgen cuando la persona deja de preguntarse “¿por qué me pasó esto?” y empieza a cuestionarse “¿para qué me sirve lo que viví?”. Este cambio de enfoque es profundamente liberador, pues transforma el dolor en una oportunidad de crecimiento. El sufrimiento se convierte en maestro, no en enemigo. Esa transformación interior es, precisamente, la esencia del trabajo terapéutico.

Cada emoción que negamos o reprimimos busca una vía para expresarse, ya sea a través del cuerpo (en forma de síntomas psicosomáticos), de pensamientos intrusivos o de conductas desadaptativas. Por eso, reconocer, nombrar y aceptar las emociones es el primer paso hacia la salud mental. Negar lo que sentimos solo prolonga el conflicto interno. Aceptarlo, en cambio, nos permite tomar control y avanzar hacia una vida más coherente con nuestros valores.

El acompañamiento terapéutico ofrece un espacio seguro donde la persona puede hablar sin miedo, llorar sin culpa y reconstruir su historia con la guía de un profesional. En este proceso, la empatía, la validación emocional y la escucha activa son tan importantes como cualquier técnica clínica. La ciencia y la compasión no se oponen; se complementan. Una psicoterapia efectiva combina evidencia empírica con presencia humana genuina.

La sanación emocional también implica reconocer nuestros límites. No todo puede controlarse, y no todo se resuelve de inmediato. La madurez emocional surge cuando aprendemos a ser pacientes con nosotros mismos, a respetar nuestros tiempos y a celebrar los pequeños avances. La psicoterapia ayuda a consolidar este proceso, promoviendo la autocompasión, la resiliencia y la responsabilidad personal.

En mi experiencia profesional, he comprobado que la verdadera recuperación emocional no consiste en olvidar, sino en recordar de forma diferente. Sanar es poder mirar hacia atrás sin que el pasado duela, y mirar hacia adelante con esperanza. La psicoterapia nos enseña a aceptar lo que fue, a comprender lo que es y a construir lo que puede ser.

En definitiva, sanar no es dejar de sentir, sino aprender a sentir con conciencia. Es caminar con las heridas abiertas hasta que dejen de doler, no porque desaparezcan, sino porque se transforman en cicatrices que nos recuerdan de dónde venimos y cuánto hemos crecido. La psicoterapia es, en esencia, el arte de restaurar el alma con ciencia y compasión, acompañando cada proceso humano hacia una vida más plena y significativa.

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