🧠 Aguantarse no es fortaleza: el precio silencioso de sostenerlo todo

Autor: Andrea Ocano , 14/04/2025 (249 vista)
Emociones y sentimientos, Depresión, Burnout, Alerta, Desarrollo personal
🧠 Aguantarse no es fortaleza: el precio silencioso de sostenerlo todo

Hablemos sobre las emociones y sobre un mecanismo que suelo observar con frecuencia en consulta. A través de metáforas y situaciones cotidianas, te invito a tomarte un momento para reflexionar junt@s.

¿Te pasó alguna vez que durante el día te mantenés ocupad@, enfocad@, resolviendo mil cosas… pero cuando llega la noche, todo se desordena. 

El cuerpo se cansa. La mente no para. Las emociones, que durante el día lograste “controlar”, aparecen de golpe. Ansiedad. Tristeza. Frustración. Te cuesta dormir. Te sentís desbordad@. Y al otro día, seguís como si nada... hasta que vuelve a pasar.

 

Este patrón es más común de lo que imaginamos. En consulta, lo escucho una y otra vez:

“Estoy cansada de aguantarme todo el día.”
“Solo cuando me acuesto me doy cuenta de lo mal que estoy.”
“Me frustro porque intento hacer todo bien, pero nunca es suficiente.”

Y no, no es por falta de voluntad. Al contrario: suele haber demasiada. Pero la voluntad no siempre alcanza cuando hablamos de salud mental.

El costo oculto de “aguantarse”

Cuando priorizamos hacer, rendir y cumplir sin pausa, muchas veces estamos evitando sentir. El hacer se convierte en refugio. El orden, en un mecanismo de control. Pero lo emocional no desaparece: se acumula.

Y cuando finalmente aparece, nos encuentra agotad@s, sin herramientas, sin espacio interno. Aparece la angustia, la desesperación, el insomnio. El cuerpo y la mente, que nos sostuvieron todo el día, piden auxilio.

Aguantarse parece funcional: nos permite seguir. Pero a la larga, es una trampa. Una que se vuelve un círculo vicioso.

¿Por qué terminamos funcionando así?

Muchas personas aprendieron a enfrentar el malestar desde la lógica: planifican, analizan, organizan, intentan “resolver” lo emocional con pensamiento racional. Y sí, esa estrategia da cierto alivio.

Pero cuando la emoción no se comprende ni se contiene, se convierte en un “ruido” molesto. Como una metáfora que surgió en consulta:

“Cuando siento las emociones de una forma muy intensa, se parecen a un niño enojado teniendo una rabieta, que no para de llorar, gritar y no sé como reaccionar.”

Esa analogía es clave. Porque ese “niño con su rabieta” no tiene la intención de hacerte enojar, está pidiendo atención. La emoción no es el enemigo. El problema no es sentir, sino no saber cómo hacerlo sin que nos desborde y/o recurrir a mecanismos del evitación.

Aguantar no es lo mismo que regular

Una cosa es aprender a regular nuestras emociones —darles espacio, nombrarlas, acompañarlas— y otra muy distinta es ignorarlas, postergarlas o taparlas con actividades.

Aguantar no es sostener con conciencia. Es reprimir hasta que explota. Es sobrevivir, no vivir. Es exigirnos tanto que nos desconectamos de lo que realmente necesitamos.

Y lo más paradójico: muchas veces hacemos esto para “estar bien” o “sentirnos tranquil@s después”. Pero ese momento de tranquilidad rara vez llega. Porque el bienestar no aparece cuando postergamos todo para “la semana que viene”. Aparece cuando empezamos a cuidarnos hoy.

¿Qué podés hacer diferente?

No se trata de abandonar tus responsabilidades ni de “dedicarte a sentir o registrar las emociones todo el día”. Se trata de prestar más atención y frenar un poco más. De habilitar pequeños momentos donde puedas registrar cómo estás, sin juicio.

Acá te comparto algunas estrategias simples que trabajamos en sesión:

  • Tomarte 5 minutos al día para preguntarte: ¿Cómo me siento realmente?
  • Registrar tus pensamientos y emociones en un papel o app.
  • Identificar la emoción en sus diferentes intensidades por ejemplo del 1 al 10.
  • Volver al presente usando tus sentidos: ¿qué ves, tocás, escuchás?
  • Hablarte como le hablarías a alguien que querés mucho.
  • Dejar de pensar que el alivio tiene que venir solo después de “hacer todo bien”.

La regulación emocional no empieza desde el control. Empieza en las pequeñas pausas donde te reconocés y te das permiso.

Dejar de aguantarse no es debilidad. Es empezar a cuidarse.

La verdadera fortaleza no está en resistirlo todo. Está en reconocer los propios límites y elegir cuidarse. Está en permitirnos sentir sin miedo. En pedir ayuda sin culpa. 

Y si te sentís identificada con esto, quiero que sepas algo importante: no estás sol@. Hay formas de transformar este patrón. No de un día para el otro, pero sí paso a paso. Con herramientas, con acompañamiento, con compasión.

Podés empezar hoy. Con una pausa. Con una hoja. Con una conversación honesta.


Porque tu salud emocional no puede seguir quedando para después.

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