La psicoterapia me ha cambiado de manera profunda y significativa. Me ha enseñado a ver el comportamiento humano desde una perspectiva mucho más amplia y compleja, comprendiendo que cada persona tiene una historia única que influye en cómo se enfrenta a los desafíos de la vida. Este entendimiento me ha permitido desarrollar una empatía más aguda y una capacidad para conectar con mis clientes a un nivel más profundo.
La psicoterapia también me ha hecho más paciente y reflexivo en mi enfoque. He aprendido a valorar el proceso de cambio, reconociendo que cada pequeño paso hacia adelante es un logro significativo. Esto ha influido en cómo estructuro mis sesiones, priorizando el ritmo y las necesidades individuales de cada cliente.
Además, la práctica constante de la psicoterapia me ha mantenido en un estado de aprendizaje continuo. Cada cliente que he tenido el privilegio de acompañar me ha enseñado algo nuevo, no solo sobre el ser humano, sino también sobre las diversas maneras en que las personas pueden sanar y crecer. Esto ha fortalecido mi convicción en la importancia de la personalización en la terapia y en la necesidad de adaptar las técnicas y enfoques a las circunstancias únicas de cada persona.
Finalmente, la psicoterapia me ha dado una profunda satisfacción profesional. Ver a mis clientes superar sus desafíos, encontrar nuevas formas de enfrentar la vida y mejorar su bienestar emocional es, sin duda, la parte más gratificante de mi trabajo. Este proceso me ha reafirmado en mi vocación y me motiva a seguir desarrollando mis habilidades para ser un mejor terapeuta.