Identidad, crianza y presión social: ¿Quién define lo que somos?

Autor: Daniel Eduardo Guzmán Urbina , 05/11/2025 (49 vista)
Autoestima, Autoidentificación, Sentido de la vida, Relaciones padres-hijos, Vergüenza y culpa, Trastornos de la personalidad
Identidad, crianza y presión social: ¿Quién define lo que somos?

Mediante este articulo se considera la ideología que tiene la sociedad sobre el deber del hombre y la mujer.

La construcción de la identidad es un proceso complejo y continuo que comienza desde los primeros años de vida. Durante la infancia, la familia y el entorno cercano transmiten normas, creencias y expectativas sobre cómo “debe” comportarse una persona. Estas expectativas suelen estar ligadas al género, la forma de vestir, la expresión de las emociones, los intereses considerados “correctos” y la manera en que se establecen las relaciones con los demás. Así, la identidad empieza a desarrollarse dentro de un marco cultural previamente establecido, antes incluso de que podamos reconocerlo conscientemente.

Con el paso del tiempo aparecen otros espacios que también influyen en nuestra manera de vernos y entendernos: la escuela, los grupos de amistad, los vínculos afectivos, el lugar de trabajo y, en tiempos recientes, las redes sociales. Plataformas como TikTok, Facebook, Instagram o X exponen constantemente modelos de vida ideales o formas de ser que suelen presentarse como deseables. Estas imágenes, aunque parezcan inofensivas, pueden generar comparaciones, inseguridades y dudas sobre quiénes somos y quiénes queremos ser. De esta manera surge un conflicto interno entre la identidad auténtica y la identidad moldeada por las expectativas externas.

Este conflicto no siempre se expresa de manera clara. En ocasiones se manifiesta como incomodidad, presión, confusión o incluso culpa por no encajar en lo que otros consideran “normal”. Cuando una persona intenta alejarse de los patrones establecidos por su familia o comunidad, por ejemplo en su forma de vestir, sus intereses, su orientación afectiva o sus decisiones de vida, es común que encuentre resistencia, críticas o desaprobación. Estas reacciones pueden generar temor y llevar a la persona a preguntarse: ¿Soy lo que realmente quiero ser o lo que los demás necesitan que sea?

Es importante reconocer que la libertad de construir una identidad propia no significa actuar sin considerar las consecuencias. Existen límites éticos y legales que resguardan la integridad de uno mismo y de los demás. Sin embargo, también es cierto que la incomodidad ajena no debe convertirse en el parámetro principal para definir quién soy. Que una forma de vestir o expresarse resulte incómoda para ciertos familiares no invalida la autenticidad de esa expresión personal. La identidad no es una provocación; es una necesidad humana de coherencia interna.

El ser humano posee la capacidad de transformarse y redefinirse constantemente. No somos seres estáticos; cambiamos a través de nuestras experiencias, reflexiones y decisiones. No obstante, el miedo al rechazo, a la pérdida de vínculos importantes o a la crítica social puede llevar a muchas personas a ocultar o modificar aspectos profundos de sí mismas. Esta adaptación constante puede derivar en una sensación de desconexión interna, frustración, ansiedad o un sentimiento persistente de no pertenecer a la propia vida. Vivir para cumplir expectativas ajenas puede resultar emocionalmente agotador.

Buscar acompañamiento terapéutico puede ser una oportunidad para explorar estas preguntas de manera segura y respetuosa. La terapia ofrece un espacio donde es posible cuestionar narrativas heredadas, reconocer necesidades individuales y construir una identidad más genuina. No se trata de elegir entre uno mismo y los demás, sino de encontrar formas equilibradas y saludables de habitar nuestra autenticidad sin perder el vínculo con quienes nos rodean.

Conclusión

La identidad es un proceso dinámico, personal y en constante evolución. Aunque se forma en diálogo con el entorno, la realización plena depende de la capacidad de escucharnos, reconocernos y aceptarnos con honestidad. Elegir quién soy implica asumir riesgos, pero también abre la puerta a una vida más coherente y satisfactoria. Promover la empatía y el respeto hacia la diversidad de identidades es fundamental para construir entornos más humanos, donde cada persona pueda desarrollarse sin temor a ser rechazada por aquello que la define.

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